Los recursos fitogenéticos, dada su singularidad, constituyen un patrimonio para la humanidad de valor incalculable. Por recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura se entiende cualquier material genético de origen vegetal de valor real o potencial para la alimentación y la agricultura. Estos recursos comprenden la diversidad genética correspondiente al mundo vegetal conservada por los agricultores a lo largo de los años, siendo de gran valor para el presente y para el futuro de la agricultura y la alimentación, así como para garantizar un desarrollo agrícola sostenible que contribuya la estabilidad de los agroecosistemas.
Los recursos fitogenéticos constituyen, además, la materia prima indispensable para el mejoramiento genético de los cultivos. Desde hace siglos, los agricultores han utilizado la diversidad genética para obtener nuevas variedades adaptadas a las nuevas condiciones de estrés del medio ambiente. Así, la base de nuestra alimentación actual, procede de variedades obtenidas y cultivadas por los mejoradores y agricultores en todo el mundo, dando lugar, a lo largo de la historia, a una diversidad vegetal constituida por un enorme número de variedades locales adaptadas a las necesidades humanas y al medio ambiente. Hoy en día, la importancia de los recursos fitogenéticos para la obtención de cultivos mejor adaptados para retos actuales y futuros, tales como el cambio climático o una población en aumento, es cada vez mayor.
La diversidad de recursos fitogenéticos está amenazada por la erosión genética, proceso irreversible que supone una grave amenaza para la estabilidad de los ecosistemas, el desarrollo agrícola y la seguridad alimentaria en el mundo. Con la modernización de la agricultura, en los campos de los agricultores se han ido progresivamente sustituyendo las variedades más antiguas por otras más nuevas, cuya variabilidad genética es frecuentemente menor que la de las anteriores. Adicionalmente, la introducción de variedades modernas ha ido ligada una reducción del número de variedades cultivadas en los sistemas de cultivo tradicionales. Otras causas de la erosión genética comprenden el surgimiento de nuevas plagas, malas hierbas y enfermedades, el deterioro ambiental, la urbanización y el desbrozo de tierras, mediante la deforestación y la quema de matorrales. La pérdida de variabilidad genética supone una limitación de la capacidad de responder a nuevas necesidades y un incremento de la vulnerabilidad de los cultivos frente a cambios ambientales o aparición de nuevas plagas o enfermedades. Por lo tanto, la conservación y la utilización sostenible de los recursos fitogenéticos para la agricultura y la alimentación es una prioridad y motivo de preocupación para todos los países, dependientes de ellos.
En España, las competencias del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) en materia de recursos fitogenéticos, están determinadas por la Ley 30/2006, de 26 de julio, de semillas y plantas de vivero y de recursos fitogenéticos, que aborda en su título IV la gestión y la protección de los recursos fitogenéticos. Con ella se regula, por primera vez con rango de ley, la gestión y la protección de los recursos fitogenéticos, con el fin de conservar y promover su utilización sostenible, ampliar la base genética de los cultivos, fortalecer la investigación y fomentar la creación de vínculos estrechos entre la mejora genética y el desarrollo agrícola. Además, tal y como establece dicha ley, dentro del ámbito de las competencias del MAPA también está la de establecer medidas encaminadas a la protección y la conservación de los conocimientos tradicionales relacionados con los recursos fitogenéticos. El título IV de esta Ley se ha desarrollado en lo relativo al acceso y la conservación de los recursos fitogenéticos, teniendo en cuenta el ámbito internacional y nacional vigente. En el ámbito internacional, estos recursos fitogenéticos están regulados en el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (TIRFAA), adoptado el 3 de noviembre de 2001 por la 31ª Conferencia de las Naciones Unidas de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuya entrada en vigor tuvo lugar el 29 de junio de 2004.
También es importante en este contexto el Protocolo de Nagoya sobre acceso a los recursos genéticos y participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de su utilización, adoptado el 29 de octubre de 2010, en la décima reunión de la Conferencia de las Partes, celebrada en Nagoya, Japón. Este Protocolo es complementario al Convenio sobre la Diversidad Biológica, cuyos tres objetivos principales son: