El Camino Natural de la Senda del Pastoreo es una ruta circular por los montes que rodean la “Llanada Alavesa”, llanura de origen fluvial recorrida por el río Zadorra sobre la cual se asienta la ciudad de Vitoria-Gasteiz. Se encuentra encajada entre dos sistemas montañosos que se desarrollan en dirección Este-Oeste, confiriendo una singularidad biogeográfica a la zona.
Se ve de este modo aislada de la influencia litoral debido a la presencia por el Norte de la alineación montañosa (sierras interiores) de las Sierras de Aralar, Aizkorri-Aratz, Urkiola y Gorbea, entre otras; y por el Sur, desconectada de la depresión del valle del Ebro y su clima continental, por la alineación montañosa (sierras exteriores) formada por los Montes Obarenes, Montes de Vitoria, Urbasa y Andía.
La ruta es circular con inicio y fin en Arantzazu, y recorre 485 km (incluyendo ramales). distribuidos en 19 etapas que discurren por territorios limítrofes de las provincias de Araba/Álava, Gipuzkoa, Bizkaia, Navarra y Burgos, conectando algunos de los principales puertos o pastizales de montaña de larga tradición ganadera.
La senda conecta algunos de los principales pastizales de montaña que, situados en las zonas elevadas de los macizos montañosos, y desde hace más de 3.000 años, aún se conservan como tal, gracias a la actividad pastoril. Por ejemplo, en Urbasa y Andía pastan actualmente más de 50.000 cabezas de ganado. Algunos de estos puertos forman parte de una singular figura administrativa –La Parzonería – originaria de la Edad Media y que se ha mantenido hasta la actualidad, en la que el dominio del territorio es compartido entre varios municipios, sin formar parte de ninguno de ellos (Parzonería de Encia, Parzonería de Gipuzkoa y Araba/Álava, etc).
Los pastaderos de montaña constituyen estivaderos, alimentando los rebaños durante los meses de verano y otoño, época en la que los puertos están verdes, mientras que los pastos de cotas más bajas se encuentran ya agostados. Gran parte del ganado que pasta en los puertos por los que discurre la senda es ovino, en particular de ovejas “lachas”, que es una raza autóctona adaptada a los pastos de montaña, y de aptitud lechera, empleada principalmente para la producción del queso de Idiazabal.
A lo largo de la ruta se pueden observar multitud de elementos asociados al aprovechamiento ganadero, como son las cabañas, chabolas, bordas o corrales, donde vivía el pastor y su familia durante los meses de estancia en el puerto. También se pueden ver abrevaderos, cierres —tradicionalmente hechos de losas calizas— y mangas para la desinfección y recogida del ganado.
La senda discurre principalmente por el piso montano, en un rango altitudinal de entre 600 y 1.000 m, ascendiendo puntualmente hasta los 1.250 m. Se recorren dos ámbitos biogeográficos diferenciados:
Eurosiberiano, el tramo que discurre por el norte de la Llanada Alavesa, y Mediterráneo, por el sur. No obstante, dada su situación de borde, se corresponden con estados de transición entre ambos, lo cual propicia una gran diversidad biológica por la coexistencia de las especies propias de los dos ámbitos biogeográficos.
Entre las especies de fauna cabe resaltar principalmente aquellas ligadas al medio forestal como los pícidos (pito negro, pito real), rapaces forestales (azor, águila culebrera, cárabo, etc), paseriformes (carboneros, herrerillos, pinzones, etc), anfibios (tritón palmeado, rana ágil), mamíferos (zorro, jabalí, corzo, tejón, jineta, etc); y las ligadas a roquedos y cantiles, como el buitre leonado, alimoche, halcón peregrino, chova piquirroja, etc.
También destacar la importancia de los quirópteros, con algunas especies incluidas en el catálogo de especies amenazadas, asociados a las cavidades kársticas, muy abundantes en el entorno de la ruta.
En cuanto a la geología, salvo pequeños mechones de litología silícea, la ruta se caracteriza por los afloramientos calizos que conforman abruptos crestones rocosos, así como extensos macizos kársticos, sembrados de dolinas y lapiaces, que protagonizan el paisaje. La senda constituye un interesante muestrario de elementos de interés geomorfológico, principalmente ligados a procesos kársticos y glaciares.
Asimismo, es notable el patrimonio arqueológico que se puede observar a lo largo de la senda, particularmente en las etapas que discurren por el norte de la Llanada Alavesa, con abundantes restos de elementos megalíticos (dólmenes, menhires y cromlech) que constatan la ocupación de estas tierras desde tiempos inmemoriales.
También es destacable el patrimonio arquitectónico y cultural, con abundantes e importantes iglesias y santuarios, con presencia en casi todos los pueblos por los que discurre la senda.
La mayor parte de la senda transita por el ámbito de Espacios Naturales Protegidos, lo cual pone de manifiesto el elevado valor ecológico y escénico del recorrido.
La ruta discurre por pistas de concentración, pistas forestales, caminos y senderos poco marcados que recorren sierras y bosques, algunos de ellos de pronunciada pendiente y pedregosidad, que complican la marcha, llegando incluso a requerir la ayuda de las manos para salvar algunos pasos puntuales de firme muy irregular o de elevada pendiente.
Dado el marco territorial en el que se despliega la ruta, resulta exigente para el senderista por sus tramos de elevada pendiente y pedregosidad, de etapas, en ocasiones, considerablemente largas, y rigores climáticos propios de zonas elevadas, que exigen cierto conocimiento de la montaña y del entorno; exigencia que se ve ampliamente compensada con panorámicas de excepción.
No resulta adecuada para realizar en bicicleta, por la existencia de numerosos tramos de elevada pendiente e irregularidad del piso, que dificultan en gran medida el tránsito, existiendo algunos tramos, como el del portillo de Atxuri -subiendo al macizo del Gorbea- en la tercera etapa, que no permiten el paso ni tan siquiera desmontando de la bicicleta.