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En los países desarrollados se ha registrado, en los últimos 50 años, una fuerte reducción de los accidentes mortales entre los trabajadores del sector agrario. Las cabinas y bastidores de seguridad que progresivamente han ido equipando a los tractores agrícolas, pueden considerarse como uno de los factores principales en esta reducción de la mortalidad laboral.
Pero todavía queda bastante por hacer, ya que si bien la normativa de seguridad en el trabajo avanza, el grado de cumplimiento de las normas en el sector agrario no resulta del todo satisfactorio, puede que en parte esto sea debido a que algunas de estas normas son de difícil aplicación en un sector tan particular, donde se mezclan la empresa con la forma de vida, el trabajo y la familia.
Se puede decir que tres agricultores de cada 100 tienen un accidente grave por año y que los accidentes mortales llegan a ser del 2 por mil de los accidentes producidos en la agricultura, superando los mortales el porcentaje correspondiente a la construcción. La mecanización de la agricultura aumenta los accidentes y su gravedad.
Las causas de la mayor peligrosidad del trabajo en el campo son diversas: el agricultor trabaja sólo, convive con la máquina desde pequeño, por lo que deja de percibir su peligrosidad potencial, las tareas agrícolas son de temporada, por lo que si bien hay periodos de descanso, en las campañas se trabaja de manera intensiva para acabar dentro de los límites que la naturaleza impone; la capacitación y la formación profesional siguen muy por detrás los avances de la tecnología.
En consecuencia, se asumen unos riesgos innecesarios, especialmente en lo que se refiere al uso de tractores y máquinas agrícolas, con lo que los accidentes llegan con demasiada facilidad.
Se tiene la idea de que el accidente es inevitable; también se considera que los accidentes solo les suceden a los "poco habilidosos", y cuando se habla de seguridad y de su coste, muchos usuarios prefieren unas máquinas baratas, aunque de ellas desaparezcan todas las protecciones, porque piensan que como estorban ellos tarde o temprano las van a retirar.
Las estadísticas ponen de manifiesto que los procedimientos de trabajo en los que no se considera la seguridad son causa frecuente de accidentes, y que las personas que han sufrido un accidente laboral tienen mayor riesgo de que el accidente se repita, porque su forma de trabajo induce una mayor peligrosidad. La mejora de la formación profesional permite aumentar la seguridad, pero también hay que contar con máquinas más seguras, algo que la normativa europea impone con progresividad.
Ante la imposibilidad de alcanzar la seguridad total en la utilización de las máquinas agrícolas, se han buscado procedimientos para reducir los riesgos; algunos de ellos se toman en consideración por los fabricantes de las máquinas, como el estudio de los métodos de trabajo, la supresión de las causas del riesgo, y, cundo esto no resulta posible, el empleo de dispositivos de protección; otros deben de ser asumidos por los usuarios, como la formación profesional; tampoco hay que olvidar el efecto beneficioso de las campañas de prevención.
Para reducir el riesgo potencial de las máquinas se recurre al "control técnico de seguridad", que debe de ir unido a la información y capacitación profesional, de manera que se eviten las causas humanas que favorecen el accidente. Con el control técnico de seguridad realizado por el fabricante se consigue una mejor información para los usuarios, a la vez que una protección jurídica para el que lo realiza. Se aconseja utilizar las normas técnicas armonizadas (Normas UNE-EN o ISO equivalentes) para realizarlo de manera flexible y cuidadosa.
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