La rabia es una enfermedad provocada por virus con carácter neurotrópico que se transmite a todos los mamíferos, incluida la especie humana, pero en más del 99% de los casos, son los perros domésticos los que transmiten la enfermedad a los humanos, a menudo a través de la saliva durante la mordedura. El periodo de incubación es variable, y en su sintomatología podemos observar cambios súbitos en el comportamiento, evolucionando hacia una parálisis progresiva y finalizando con la muerte.
A pesar de tratarse de una enfermedad totalmente prevenible mediante vacunación, cada año mueren alrededor de 60.000 personas por esta enfermedad, presente de manera endémica en Asia y África. Organizaciones internacionales como FAO, OMS y OMSA están de acuerdo en la necesidad de tomar medidas para acabar con la rabia canina y así, eliminar la enfermedad en la población humana, hasta el punto de haber establecido el objetivo de llegar a eliminar las muertes humanas por rabia para 2030 a través del desarrollo de un Plan Estratégico Global.
Incluido en el Género Lyssavirus, perteneciente a la Familia Rhabdoviridae, el virus de la Rabia (VRAB) constituye la especie taxonómica prototípica de su género. Este virus se encuentra presente en todo el mundo, y es responsable de la inmensa mayoría de los casos notificados de rabia animal y humana, aunque el resto de lyssavirus que se han analizado son capaces de causar una enfermedad clínica no diferenciable de la causada por el VRAB.
Esta enfermedad no causa lesiones patognomónicas macroscópicas ni signos clínicos específicos y constantes de rabia, por lo que solo puede establecerse un diagnóstico exacto en el laboratorio. Para ello, se han estandarizado técnicas a nivel internacional. Las pruebas serológicas no se utilizan para el diagnóstico ante-mortem debido a la seroconversión tardía y a la alta tasa de mortalidad de las especies hospedadoras, pero sí son muy útiles para evaluar la seroconversión tras la vacunación, y para los estudios epidemiológicos.