Cabe resaltar los numerosos efectos positivos que aporta el regadío a la sociedad, tanto desde el punto de vista económico, como desde el punto de vista social y ambiental. Estudiando cada uno de ellos, podemos concluir lo siguiente:
· El regadío tiene un efecto multiplicador en la economía de su zona de implantación, siendo un motor de desarrollo de la misma; esta afirmación se traduce en que 1 hectárea de regadío produce 6 veces más que 1 hectárea de secano, mientras que la renta para el agricultor es 4 veces superior a la de la agricultura de secano. Incluso una hectárea de regadío intensivo puede llegar a producir el equivalente a 40 hectáreas de secano, lo que convierte el regadío en el garante del abastecimiento de alimentos de primera necesidad para una población mundial creciente.
Además, la diversidad de los cultivos resulta mucho más elevada y claramente diferenciadora en áreas de regadío que en zonas no regadas mientras que la productividad es mucho mayor en zonas puestas en regadío que en secano. Asimismo el valor económico de las tierras puestas en regadío se incrementa notablemente.
· En su vertiente social, el regadío es un sistema vertebrador del territorio, que permite fijar la población al medio rural y mejorar la calidad de vida en este entorno, disminuyendo así la tasa de despoblamiento. Esto es debido en gran parte a su gran capacidad de generar empleo directo e indirecto, triplicando de media al que generan las explotaciones de agricultura de secano. Además, el empleo generado es de mayor cualificación profesional, lo que facilita la incorporación de jóvenes al mercado laboral.
De igual forma, es destacable su efecto dinamizador de la economía de su zona de influencia, al tener en cuenta que en las zonas de implantación del regadío aumenta considerablemente la necesidad de servicios relacionados con esta actividad.
· Como efectos ambientales positivos caben destacar entre otros, que el desarrollo de esta actividad previene el abandono de tierras, así como la erosión y la desertización de superficies; además, aporta más oxígeno a la atmósfera debido a la mayor productividad de los cultivos y por tanto a la mayor actividad fotosintética de estas producciones; por otra parte esto contribuye a un mayor consumo de dióxido de Carbono, que se traduce en un eficaz aliado contra el pernicioso efecto invernadero. Finalmente, es de destacar su contribución al mantenimiento del paisaje y del patrimonio histórico, por cuanto se le atribuye una fijación de la población al medio rural.