Realmente el origen del cultivo del olivo no se conoce con exactitud, se cree que tiene lugar en Asia Menor, extendiéndose su cultivo a lo largo de la cuenca Mediterránea.
El olivo fue introducido en la Península Ibérica por los fenicios y los griegos, pero fueron los romanos los que extendieron su cultivo y mejoraron las técnicas de obtención del aceite.
La Península Ibérica se convirtió en uno de los principales exportadores de aceite de oliva y tuvo un papel primordial en el desarrollo de la economía mediterránea. Los aceites de Hispania eran considerados como los de mayor calidad. Fue tan grande la importancia del olivo que el emperador Adriano acuñó una moneda con una rama de olivo y la leyenda Hispania.
El aceite de oliva era también símbolo religioso y medicinal, se utilizaba como producto de higiene y belleza, como combustible para las lámparas de los templos, como lubricante para las herramientas, como impermeabilizante para fibras textiles, etc.
La invasión árabe en España potenció aún más su cultivo y las técnicas de elaboración del aceite. La palabra española aceite procede del árabe al-zait que significa jugo de aceituna.
El olivo fue llevado a América por los españoles durante los siglos XVI y XVII y hoy se puede encontrar en California y en distintas partes de Sudamérica. Actualmente España es el primer país productor y exportador de aceite de oliva del mundo.