La antigua vía de ferrocarril que hasta 1972, a través de la vega del río Queiles, comunicaba Tarazona y Tudela, dos de las poblaciones más importantes del valle del Ebro, se ha convertido actualmente en un suave sendero que sigue uniendo como entonces estos municipios históricos, que durante siglos fueron ejemplo de una inteligente y fértil convivencia entre sus pobladores árabes, judíos y cristianos.
El inicio de esta ruta se ubica en la estación de Tarazona, donde un cómodo firme asfaltado impide con bolardos el acceso de vehículos a la ruta. El primer tramo de este trayecto hacia Tudela por la fértil vega del río Queiles, atraviesa huertas de frutales y campos de cultivo, entre los que todavía alternan algunos cañaverales y otras zonas con una bien conservada vegetación de ribera.
Aunque a ambos lados de la ruta discurren en paralelo dos senderos de tierra, desde los que se accede a huertas o cultivos, el trazado de este Camino Natural está perfectamente señalizado, existiendo a lo largo de su recorrido, zonas acondicionadas para el descanso, con jardines, bancos y merenderos.
Antes de llegar a Malón, en un paisaje presidido por la severa cumbre del Moncayo, aparece un desvío a la izquierda en dirección a Novallas, a un kilómetro de distancia. La estación de este pequeño municipio, actualmente en desuso, muestra señas de vandalismo, como le sucede a parte del mobiliario público del trayecto, el más frecuentado del Camino.
Continuando por un terraplén elevado sobre el río, la ruta atraviesa el casco urbano de Malón, que ha crecido a lo largo de su historia al amparo de su castillo, testigo de históricas luchas y posteriores concordias entre los reinos de Aragón y Navarra, cuya actual frontera comunitaria se encuentra en la linde de este municipio aragonés.
Más adelante la senda alcanza Tulebras, una pequeña población desarrollada en torno al monasterio cisterciense de santa María de la Caridad, que ofrece al viajero su tradicional hospedería. Tras pasar la estación de Tulebras, equipada con merendero y fuente, empiezan a aparecer en el paisaje plantaciones de jóvenes olivos en los que se busca un mayor rendimiento mediante modernos sistemas de riego por goteo.
El Camino continúa hacia Cascante, cuya estación, a un kilómetro a la izquierda del centro histórico, se sitúa junto al polígono industrial. Esta importante localidad navarra de origen romano, merece un tranquilo paseo por las calles medievales de su casco antiguo, ricas en palacios señoriales, donde tampoco puede dejar de visitarse la Basílica del Romero, con su galería porticada de 39 arcos.
Durante el suave trayecto de descenso hasta Murchante, siguiente apeadero del antiguo trazado del tren, no es rara la presencia de conejos (Oryctolagus cuniculus) que, junto a una gran variedad de aves, encuentran refugio en los setos naturales de zarzas y cañas que cubren este tramo, en los que también aparecen viejos olmos (Ulmus sp.). Mientras en el paisaje cada vez son más frecuentes las parcelas de olivos en regadío entre los que un gasoducto se aleja de la ruta.
La abandonada estación de Murchante, aunque como todas las demás cuenta con merendero, es la que más acusa el paso del tiempo. En este punto el entorno de la vega se vuelve menos arbolado, por lo que puede verse una amplia panorámica del valle, con un segundo gasoducto cercano.
El trayecto continúa sobrepasando varios cruces antes de llegar a Tudela. Primero, pasa bajo la autopista AP-68. A continuación, cruza el Canal de Lodosa y, finalmente, una pasarela peatonal sobre la carretera NA-3010. Elevación que permite unas vistas privilegiadas del entorno, junto a la que se encuentra la escultura del Escachamatas, realizada con piezas recuperadas de viejos trenes. Paulatinamente los alrededores del Camino Natural se van poblando de viviendas y los paseantes, a medida que se acerca Tudela, comienzan a ser más frecuentes.
Tras pasar por debajo de dos viaductos paralelos de la A-68, la ruta llega hasta las vías del ferrocarril moderno y pasa bajo un puente para encontrarse con una vía ciclista urbana pintada de verde. Tras seguirla, la trayectoria termina junto a la estación, muy cerca del parque del Otoño de Tudela, donde se ubica una pequeña locomotora sobre un pedestal.
Este municipio, que ya era conocido como “Turiaso” por los celtíberos y romanos, fue durante la Edad Media una importante encrucijada cultural donde cristianos, hebreos y musulmanes demostraron durante siglos una envidiable y fértil convivencia.
El casco antiguo de Tarazona conserva en sus calles angostas, muestras evidentes del paso de esas tres culturas, entre las que merecen destacarse la muy bien conservada judería, sus casas colgantes y la catedral de Nuestra Señora de la Huerta, sorprendentemente abandonada durante 25 años y actualmente en fase de restauración, donde se pueden admirar motivos góticos, clasicistas o de arte andalusí como prueba de la fusión cultural que vivió esta villa.
Entre sus muchos monumentos merecen destacarse el Palacio Episcopal y los conventos de la Concepción y santa Ana, con vestigios mudéjares; la torre de santa María Magdalena, el Ayuntamiento, con relieves renacentistas, la plaza de toros de planta octogonal edificada en el siglo XVIII, con viviendas en su interior.
Esta ciudad de origen mudéjar, fundada en el s. IX, que permaneció bajo la influencia musulmana hasta el s. XII, supo albergar durante todo ese período una importante comunidad judía y otra mozárabe, cuya fértil convivencia supo dejar un espléndido legado urbano.
Un paseo por sus calles puede servir de recordatorio de su historia, que comenzaría en la iglesia de la Magdalena, edificio románico construido sobre un templo mozárabe, siguiendo por la catedral, que comenzó a edificarse sobre la mezquita mayor en el s. XII de transición del románico al gótico o el Palacio Decanal, actual Museo de Tudela, edificio renacentista.
Más recientes son la iglesia barroca de san Nicolás (se conserva la fachada románica), la Casa del Almirante, bello palacio renacentista, o la Casa del Dean, con fachada del mismo estilo. Un largo recorrido histórico artístico en el que también destacan la Casa Consistorial del s. XV, el Centro Cultural Castel Ruiz y la iglesia de san Jorge, ambos del s. XVII o el palacio del marqués de Huarte, del s. XVIII.