Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación

Un paseo entre campiñas, páramos y vegas

La Cañada Real Soriana Oriental fue, durante mucho tiempo, uno de los caminos ganaderos más importantes de la red trashumante que cubría la Península Ibérica. Unía el Sistema Ibérico con Andalucía a través de 800 kilómetros, siendo la ruta meseteña de mayor recorrido. Un camino en el que antaño era natural observar los rebaños trashumantes y que hoy día es mayormente transitado por senderistas y cicloturistas.

La trashumancia nos ha dejado un rico legado cultural, pero también importantes infraestructuras, como es el caso de la Cañada Real Soriana Oriental, una de las cuatro Cañadas Reales que cruzan la Comunidad de Madrid. Se trata de un valioso patrimonio natural, único en Europa, que actualmente se ha configurado como un instrumento de gran utilidad para para acercarnos a la naturaleza, por su valor ambiental, recreativo y turístico.

El Programa Caminos Naturales ha rehabilitado esta ruta convirtiéndola en un Camino Natural a su paso por el centro peninsular. De este modo nos conduce por los territorios situados al sureste de Madrid, atravesando las comunidades rurales de Brea de Tajo, Valdaracete y Fuentidueña de Tajo. .

Unos treinta kilómetros que discurren por la Alcarria madrileña y que nos permitirán viajar al pasado, por esos caminos en los que en el pasado se escuchaba el peculiar concierto de balidos y cencerros de los rebaños merinos, para descubrir el actual paisaje agrícola de la zona.

Nuestros pasos echan a andar en la linde entre Madrid y Guadalajara, cerca de Brea de Tajo, tras seguir el camino de Mondéjar. En esta primera parte del camino, que podemos hacer en bicicleta o a pie, nuestros sentidos quedarán inundados por el mosaico de colores que nos ofrece el paisaje, en su mayoría agrícola, en el que se entremezclan el verde del olivo y las viñas con el tono rojizo de los suelos arcillosos y el dorado de los campos de cereal. Un territorio en el que podremos refugiarnos a la sombra de una encina si el calor aprieta.

Recomendamos abrir bien los ojos a las señales del pasado. Aquí todavía se aprecia la peculiar franja de terreno sin cultivar que marca el tradicional corredor de 90 varas castellanas que marca la anchura de las Cañadas Reales. Pero si todavía andamos algo despistados sin duda nos servirá de ayuda localizar los mojones de piedra que la delimitan a su paso.

En esta zona vislumbraremos uno de los primeros elementos patrimoniales asociados a la cultura trashumante de nuestro recorrido, el Chozo del Quiñonero, utilizado para el descanso de los antiguos pastores. Para nosotros, caminantes actuales de la senda, también está permitido tomarnos un descanso, en cualquiera de los bancos habilitados para tal fin en el camino natural.

Parada obligatoria es el paraje de Las Lomas donde se levanta un pequeño cerro que nos brindará unas maravillosas vistas de la campiña que acompaña al camino. Un poco más adelante, tras cruzar la carretera M-229 entraremos en una zona de monte mediterráneo donde las encinas y los quejigos centenarios son los auténticos protagonistas. Pero que su visión no entretenga mucho nuestros pasos, pues aún nos queda mucho por ver y disfrutar, como la Vía Verde del Tren de los 40 días, antiguo ferrocarril estratégico que prestó su servicio en los años de la guerra civil.

Nos queda poco para llegar a Valdaracete. Zona de páramos y suelos rojizos ricos en arcilla, a los que debemos prestar cuidadosa atención en época de lluvia si no queremos ir a parar con nuestros huesos sobre el suelo. Este sobreesfuerzo tendrá su recompensa allí donde la Cañada Real cruza con el camino de Valdaracete a Estremera, ya que allí encontraremos una acogedora zona de descanso donde reposar.

Al llegar al valle del arroyo de Valseco notaremos un cambio en nuestra panorámica. A partir de aquí comienzan los páramos yesíferos donde predominan los tonos grises, que nos llevarán hasta el municipio de Fuentidueña de Tajo. Nos abandonan pues los frondosos árboles, cuyo máximo exponente son las encinas, y a partir de este momento será el matorral quien vigile nuestros pasos, representado por ejemplares de atochares, salvias, espliegos, tomillos o jabunas.

Tras disfrutar de las vistas del valle del arroyo Valseco, es aconsejable hacer un alto en el camino y detenernos en el mirador de las Faldas del Valle, que nos permitirá contemplar una bonita panorámica.

Salimos de la población sobrepasando el río Tajo por un inconfundible puente rojo de hierro construido después de que el general Prim destruyera el antiguo paso de barca con maroma en su huida hacia Levante en 1867.

Dejando atrás este estratégico paso, encontraremos una tranquila zona recreativa junto al río que nos invita a descansar y que hoy ocupa un antiguo descansadero de la Cañada Real. Esta zona, conocida como el Remanso de la Tejera, era el lugar donde pastores y rebaños se detenían tras una larga jornada de camino.

Si continuamos nuestro caminar, siguiendo el discurrir del Tajo, nos cruzaremos con el arroyo de Fuentemaría, desde donde ya nuestra vista alcanzará la pequeña ermita de la Alarilla, emplazada en el lugar que antes ocupaba una fortaleza fronteriza que separaba territorios musulmanes y cristianos y donde, según cuenta una leyenda popular, la virgen de la Alarilla se le apareció a un pastor.

Nuestro camino sigue ascendiendo hasta llegar el arroyo de las Higuerillas y terminará cerca del arroyo de Vallehermoso, aunque esta bondad del camino no durará mucho y encontraremos una subida bastante exigente en este punto, aunque hay una buena noticia, y es que, en los taludes situados a los lados del camino, podremos contemplar los nidos de los abejarucos.

Llegados a este punto, apenas nos queda ya ruta que seguir, dando por terminado nuestro itinerario en el cruce con el camino de Montrueque, que señala el límite provincial entre Madrid y Toledo. Un punto situado a una altura que nos permitirá volver la vista atrás e imaginar, de nuevo, como fue la Cañada Real en su época de esplendor, cuando desde lejos podía contemplarse la polvareda levantada por el trotar de los rebaños trashumantes dirigidos por su pastor, elementos característicos de nuestra cultura rural y de la ganadería mesteña.

Como pincelábamos anteriormente, a lo largo del Camino Natural de la Cañada Real Soriana Oriental existe algunos lugares y elementos patrimoniales que no deberíamos dejar sin visitar. Es el caso de los Chozos del Callejón y del Quiñonero, ambos, claros ejemplos de la arquitectura tradicional rural.

Cerca del Pozo de la Yesera se sitúan los Corrales de Calero, reconstruido y en buen estado de conservación. Estas infraestructuras eran utilizadas también como refugio para pastores y ovejas merinas durante la trashumancia. Como podrán observar aquellos que decidan acercarse, estaban compuestas por un corral con un chozo o cabaña construido en una de sus esquinas y por unos corrales, de planta rectangular, destinados a guardar el ganado.

En el municipio de Fuentidueña se sitúa el conocido como castillo de los Piquillos o de Doña Urraca. Aunque de esta antigua fortaleza solo quedan en pie la torre del homenaje, un muro y los restos de algunas torres, todavía conserva parte de su grandiosidad. Los expertos sitúan su construcción en el siglo XII y todo apunta a que estuvo en manos de la orden de Santiago, encargados de la defensa de esta región. En él habitaron el rey Alfonso VI y su mujer Zaida (hija del rey moro de Sevilla) y Alfonso VIII. La famosa Doña Urraca, esposa de Alfonso I de Aragón, también residiría algún tiempo en este castillo. Existe un mirador construido sobre un antiguo depósito de agua desde el que recrearse con unas magníficas vistas de Fuentidueña y de todo el valle del río Tajo.

Sin abandonar este municipio podemos visitar también la conocida ermita de la Alarilla, que, aunque de apariencia sencilla, tiene una curiosa historia. Al principio en este cerro se levantaba una fortaleza musulmana cuya misión era servir de frontera entre islámicos y cristianos. Cuando los cristianos conquistaron estos territorios se le dio entidad de Portazgo, convirtiéndose en una plaza comercial controlada por la Orden de Santiago. Finalmente se erigió la ermita de la Virgen de Alarilla, ya que según cuentan las leyendas esta virgen se le apareció a un pastor.

Todos los años, el segundo sábado del mes de septiembre tienen lugar las fiestas patronales de Fuentidueña de Tajo. Los vecinos realizan una Romería hacia la Ermita, seguida de la tradicional Embarcación de la Virgen que consiste en el descenso de la Virgen de Alarilla por las aguas del río Tajo en una barcaza iluminada con bombillas de colores que asemejan a un castillo. Durante todo el trayecto, la Virgen es acompañada por jóvenes del municipio que bajan nadando, algunos de ellos con antorchas haciendo siluetas iluminadas.

Según la Guía de “Descubre tus Cañadas, Rutas por la Cañada Real Soriana Oriental”, de la Comunidad de Madrid, podemos distinguir en este tramo de la Cañada varias rutas, coincidentes en parte con el trazado de la Cañada. Con inicio en este mismo punto, hacia el sur, la ruta de la Ermita de la Alarilla. Hacia el suroeste, la ruta de la Vega. Hacia el norte, la ruta del Castillo.

Los pueblos de la zona sureste de la Comunidad de Madrid poseen una serie de platos muy característicos dentro de su gastronomía pertenecientes a la cocina tradicional y que los lugareños elaboran de forma casera siguiendo las técnicas pasadas de generación en generación. Entre los platos más destacados están las gachas, que se suelen degustar en los meses más fríos del año y que consisten en una especie de papilla hecha con harina de almorta en la que encontramos panceta, setas y se adereza con buen pimentón dulce. También las patatas guisadas con conejo o el cocido madrileño, que no necesitan mayor explicación.

Entre los dulces el más popular es el hornazo, un bollo con un huevo duro en su interior que suele elaborarse el Domingo de Resurrección. A mediados de enero es típico encontrar también los caballitos de San Antón, unos bollos utilizados para conmemorar el patrón de los animales y que tienen una peculiar forma de caballo. Las madres los elaboran para sus hijos y suelen ir rellenos de membrillo, aunque en ocasiones también de chorizo. Y para Santa Catalina, las Caridades, unos panecillos de anís, con forma de trébol que harán las delicias de los más golosos.