Playas espectaculares, pueblos con encanto y un conjunto de atractivos naturales, culturales y paisajísticos son algunas de las posibilidades que ofrece Lanzarote. Quizá la isla menos conocida del archipiélago canario, pero, sin duda, la más genuina. Un territorio moldeado por la lava y poblado de acantilados que puedes conocer a través del Camino Natural de Órzola a Playa Blanca. Un itinerario de 71 kilómetros de longitud dividido en 5 etapas que recorre la isla de norte a sur.
Hay lugares en el mundo que son especiales. Que tienen algo diferente. Ese es el caso de Lanzarote. Una isla de singular belleza, conferida por las erupciones volcánicas de los siglos XVIII y XIX, en la que sorprende la diversidad de sus paisajes. Un espectacular patrimonio natural que los lanzaroteños defienden a ultranza y que ha llevado a la isla a ser declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
El territorio conejero aúna arte, cultura y naturaleza perfectamente ejemplarizadas en las obras de su hijo más ilustre: el artista César Manrique, adalid del principio de que arte y cultura han de fundirse con el entorno natural que les rodea. Por eso Lanzarote es mucho más que un destino de sol y playa.
Conozcamos pues esta tierra de la mejor manera posible: recorriendo el Camino Natural de Órzola a Playa Blanca, una ruta por la franja intermedia, y más auténtica, ideal para ser recorrida a pie, pero también en bicicleta, durante la mayor parte del recorrido. El valor paisajístico del Camino Natural es incalculable pasando por el Monumento Natural de La Corona, el Paisaje Protegido de La Geria y el Parque Natural de Los Volcanes. Pero, además, transitando muy cerca del Parque Natural del Archipiélago de Chinijo, del Parque Nacional de Timanfaya y del Sitio de Interés Científico de Janubio.
Cinco etapas que parten del pequeño puerto de la localidad de Órzola y que nos van alejando de la costa para ascender primero por la falda del Monumento Natural de La Corona, situado en un Espacio Natural Protegido de casi 1.800 ha cuyo protagonista absoluto es el volcán de La Corona. Una subida entre viñedos y plantaciones de aloe vera, donde reina el conocido malpaís y en cuyo trayecto nos cruzaremos con alguna que otra ermita y con una curiosa construcción: la alcogida, encargada de recoger el agua de lluvia. Antes de llegar a la meta se desciende hasta llegar al pueblo de Máguez para, poco después, entrar en el municipio de Haría que, conocido como el Valle de las Mil Palmeras, puede presumir de poseer las tierras más verdes de la isla, atesorando la mayor parte de la flora autóctona de la misma.
No se debe desperdiciar la oportunidad de visitar la Casa-Museo de César Manrique o recorrer la plaza León y Castillo y la plaza de la Constitución, donde contemplar sus ricos conjuntos arquitectónicos.
La segunda etapa arranca en la Plaza de la Constitución de Haría y también se inicia con una subida, en este caso por el valle de Malpaso. El viajero recibirá a cambio unas hermosas vistas de las playas de Arrieta y Punta Mujeres. El recorrido se realiza por un camino ancho que nos llevará a coronar el techo de la isla, situado en las Peñas del Chache y la ermita de las Nieves, de paredes blancas que resaltan con la tierra negra que la rodea. Primera patrona de Lanzarote, la Virgen es conocida por avisar de una gran nevada que se iba a producir en pleno mes de agosto. Desde aquí las vistas de la isla son impresionantes y preceden una bajada, entre plantaciones de papas y piñas, no apta para ciclistas noveles.
Es momento de enfilar la Vega de San José, con las ruinas de su ermita, y adentrarnos en la monumental villa de Teguise, que atesora un importante patrimonio arquitectónico en el que destaca el castillo de Santa Bárbara, construido en el siglo XV y que hoy día alberga el Museo de la Piratería, la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe y el convento de Santo Domingo. Monumentos que le han servido para obtener la declaración de conjunto arquitectónico-histórico-artístico y de formar parte de la lista de Los Pueblos más Bonitos de España.
Es hora de llegar al ecuador del Camino Natural de Órzola a Playa Blanca alcanzando, a través de su etapa más corta, el centro geográfico de Lanzarote: la localidad de San Bartolomé. La ruta se adentra de pleno en el corredor de El Jable, que cruza la isla de Oeste a Este. Sorprenden en esta etapa los campos de cultivo que saldrán al paso del viajero en el que se utiliza la técnica del enarenado de picón. Este arenal gigantesco se compone de arenas marinas producidas por la descomposición de conchas y caparazones que los vientos alisios se han encargado de transportar desde La Caleta de Famara. De hecho, “Jable” significa arena marina. Estos cultivos están protegidos del viento por los bardos, unas barreras vegetales a base de trigo o centeno.
Y llegamos a San Bartolomé, otro municipio de importante patrimonio arquitectónico en el que destacan la Casa Mayor Guerra, la casa y molina de Don Juan Armas Perdomo y la casa de Don Sebastián Martín Perdomo. Todavía nos quedan dos etapas por recorrer, siendo la siguiente aquella que une las poblaciones de San Bartolomé y Yaiza, la más extensa y, casi sin temor a equivocarnos, la más completa y heterogénea.
Durante este recorrido el Camino Natural rodea la Caldera Honda, como se conoce a uno de los cráteres volcánicos cercanos a San Bartolomé, y el Monte Guatisea, una de las grandes montañas de Lanzarote. Aunque sin duda el punto fuerte de nuestra jornada será el Paisaje Protegido de La Geria.
Entre los paisajes de fuego de la isla destaca uno por su atípico aspecto. Estamos hablando del Paisaje Protegido de La Geria. Sin duda, uno de los campos de labor más particulares del mundo, conocido como “la milla de oro” del vino. Su origen se sitúa tras la erupción volcánica del Timanfaya, la de mayor duración conocida en todas las Islas Canarias, que se alargó entre 1730 y 1736. Este fenómeno cubrió de cenizas la zona más fértil de la isla. Para sobrevivir, los campesinos de la zona comenzaron a cavar profundos agujeros de hasta tres metros de profundidad para llegar hasta la tierra vegetal y poder cultivar en ella, desarrollando casi por casualidad este curioso método de cultivo.
Lo primero que llama la atención son los pequeños muretes levantados con piedra volcánica que aquí se encargan de proteger de los vientos alisios las vides con las que se produce el vino de malvasía, un vino blanco y dulce que brota de las cenizas volcánicas responsables de preservar la humedad de los cultivos. La uva Malvasía Volcánica es una variedad exclusiva de la isla y acompaña de maravilla a pescados y mariscos, así como los quesos y las papas de producción local.
Esta etapa atraviesa poblaciones como Montaña Blanca, Conil, La Asomada o Uga, que recibe al viajero con sus cordadas de dromedarios que realizan recorridos usuales entre esta población y la de Yaiza. Este sería el primer lugar de conquista al que llegaron los europeos desde el continente y donde sus tradicionales casitas blancas, que contrastan con el negro y el ocre del paisaje volcánico, ponen el broche de oro a la etapa.
Desde esta irreductible ciudad blanca, que resistió a las embestidas del Timanfaya durante todo el siglo XVIII, el itinerario comienza un descenso que inicia la última etapa de este Camino Natural. Durante esta ruta, el senderista alternará tramos estrechos con algunos ensanchamientos que harán más cómodo su caminar. Es recomendable hacer un alto en el Poblado del Terminillo, donde los amantes de la historia podrán admirar numerosos restos arqueológicos, destacando las precisas inscripciones realizadas sobre las rocas de la zona. Desde aquí, el itinerario desciende de forma suave y ya nos permite ver al fondo Playa Blanca y la isla de Fuerteventura, mientras transitamos por zonas agrícolas y espacios de alto valor paisajístico y científico como las salinas de Janubio, las más extensas de la isla. Aunque en sus orígenes esta infraestructura estuvo íntimamente ligada a la pesca, la salazón y la industria conservera, actualmente funciona exclusivamente como explotación salinera.
Si de algo puede presumir la isla de Lanzarote es de poseer un enorme y diverso patrimonio natural en el que destaca la biodiversidad de su flora y fauna marinas y de los endemismos que atesora en tierra firme. Son diversos los espacios protegidos con los que cuenta la isla, entre los que destaca el Parque Nacional de Timanfaya, el único eminentemente geológico de la red de nuestro país. Una belleza de otro mundo marcada por la ausencia de vegetación y el perfil de los volcanes y de la serpenteante costa.
Los conejeros también disfrutan de varios Parques Naturales como el de Los Islotes, el del Archipiélago Chinijo o el de Los Volcanes y de un sinfín de Monumentos Naturales entre los que destacan los de La Corona, Los Ajaches o el Islote de los Halcones.
Aunque algunos ya estarán echando de menos un espacio de gran interés y, posiblemente, uno de los más famosos de la isla: estamos hablando de los Jameos del Agua. Obra de César Manrique, es el primer Centro de Arte, Cultura y Turismo creado en el interior de un túnel volcánico. Un espacio único en el mundo y máxima expresión de la ideología del artista patrio: la perfecta sincronía entre el medio, la naturaleza y el arte.
La cultura aborigen ha dejado numerosos aportes a la gastronomía de Lanzarote, donde se hallan también reminiscencias de la cocina española y sudamericana. Recetas eminentemente sencillas elaboradas con buenas materias primas (carnes, pescados, verduras o lácteos) que dan lugar a platos de gran sabor. Destaca, como no, el Sancocho, a base de pescado salado, y el caldo de pescado. Entre las carnes, la de conejo y cabra, además de pollo o el cochino, acompañadas de las típicas papas arrugadas y el mojo, productos obligados si se visita la isla. Los tradicionales potajes a base de verduras también harán las delicias de los visitantes, aunque, sin duda, mención aparte merecen los quesos y vinos de la isla, unos caldos salidos de las arenas volcánicas.