Esta etapa, de corta longitud, permitirá al senderista recobrar fuerzas para las etapas sucesivas, y contemplar con sosiego los mosaicos de colores y texturas que configuran bosques y cultivos, sin perder de vista el cielo por si hiciese aparición la silueta de “la perdicera” o el quebrantahuesos.
La etapa comienza en Antoñana, en la calle del Arrabal, que bordea la localidad por su flanco oriental. Se debe tomar un estrecho camino agrícola que nace entre las últimas casas, hacia la derecha, y atraviesa la vega del arroyo Sabando, afluente del Ega-Berrón.
Tras cruzar el arroyo se intercepta una pista de grava que habrá que seguir hacia la izquierda. En el ascenso, de unos 170 m de desnivel por Valdesordo, a lo largo de unos dos kilómetros, se atraviesa una importante masa de encinar que tapiza las faldas del monte Hornillos, que queda a la derecha. A la izquierda se puede ver el monte San Cristóbal, poblado con bosques mixtos de encina (Quercus ilex) y quejigo (Quercus faginea), y en cuyas faldas se encuentra la ermita de San Juan.
Rebasado el encinar, la pista comienza a descender suavemente, primero entre tierras de cultivo y, más tarde, girando a la derecha, en paralelo a un pequeño barranco, en cuyas laderas se puede observar un precioso enebral. Enseguida se verá en el fondo del valle el siguiente destino, Oteo, pequeña localidad fundada para controlar el trasiego de gentes y mercancías entre los valles de Arana y Campezo. En ella se pueden ver algunos elementos arquitectónicos antiguos, como los escudos en las fachadas, las puertas de arcos de medio punto y las ventanas góticas.
La senda continúa por un camino que parte hacia el Norte desde Oteo, junto a la iglesia Parroquial de San Mamés. Tras algunos metros confluye en una pista agrícola de mayor entidad, que habrá que seguir hacia la izquierda durante algo más de 200 m. Entonces se debe toma un desvío a la derecha, por una senda que rápidamente se adentra en terreno forestal. Este sendero asciende a lo largo de unos 2,5 km y 160 m de desnivel, en paralelo a un pequeño barranco y junto a la carretera A-2128, la cual cruza en una ocasión. Este tramo discurre por una zona arbolada de quejigar-encinar, incluida en el ámbito de la ZEPA Sierras Meridionales de Araba. En el alto, la Senda se adentra en el municipio del Valle de Arana, pudiéndose apreciar en primer término el núcleo de San Vicente de Arana, destino final de esta corta etapa.
En el centro de dicha localidad se encuentra la iglesia del San Vicente —una de las más destacadas obras del plateresco vasco— que cuenta con un singular retablo de dos altares mayores; así como las ermitas de la Virgen de Uralde y la de Santa Teodosia, en la cual se celebra una multitudinaria romería en septiembre. Se conservan en San Vicente de Arana costumbres singulares, como la del levantamiento del Mayo.
Es una etapa adecuada para realizar en bicicleta, aunque algunos tramos del ascenso hacia el Valle de Arana requieren cierta destreza y utilizar un desarrollo corto, dada la irregularidad del camino.
En San Vicente de Arana se realiza un peculiar rito de origen pagano, conocido como fiesta de “El Mayo”, destinado a pedir por las bondades meteorológicas. El acto consiste en la búsqueda en el monte del ejemplar de haya más grande y recto posible, el cual es descortezado y trasladado al pueblo. Ya en el pueblo, el árbol es adornado con diferentes símbolos, como una cruz de cera, dos espadas cruzadas, una veleta, un pañuelo blanco y el corporal del Jueves Santo (pieza cuadrada de tela sobre la que descansa la eucaristía). Posteriormente se bendice el mes de mayo (la festividad se celebra el día tres de ese mes) y se besa la cruz de cera, izando a continuación el árbol. Finalmente los vecinos se lanzan a bailar a su alrededor.
El árbol permanecerá en el sitio que ha sido levantado hasta el día catorce de septiembre, fiesta de la exaltación de la cruz, en el que será derribado en medio de una gran celebración.
Existen otros ritos en la comarca destinados a aplacar las tormentas. Así en San Vicente de Arana, durante la procesión del Corpus Christi, los vecinos arrojan piedrecitas al paso del sacerdote, que carga con el Santísimo. Él las pisa, para después recogerlas y arrojarlas al cielo cuando se acerca la tempestad. Otro ritual contra las tormentas era encender las velas que se habían mantenido encendidas en torno al Santo Sacramento la noche que va del Jueves Santo al Viernes Santo.
En Maeztu, localidad de un municipio contiguo al Valle de Arana, en fechas similares a El Mayo, pues se celebra el primer fin de semana del mes, se festeja la Cruz del Pañuelo. Existe una cruz en las afueras del pueblo en torno a la que se celebra una popular romería, que tiene como acto singular la colocación, por parte de la persona más anciana del pueblo, de pañuelos con símbolos de la pasión bordados por las mujeres solteras participantes.
El Canto a las Auroras se trata de una tradición aún arraigada en muchos pueblos de la comarca, consistente en despertar a los vecinos con cánticos entonados por los “auroros” en fechas reseñadas, como las fiestas patronales, el día de Navidad, Año Nuevo y Reyes o los días de San Isidro y la Virgen de la Inmaculada.
Este espacio protegido, de 16.402 ha, está formado por distintas sierras y constituye una barrera biogeográfica de primer orden gracias a su orientación preferente Este-Oeste, frenando la influencia climática oceánica. Este hecho implica que en la cara atlántica se desarrolle vegetación atlántica (hayedos) y en la sur sea de tipo mediterráneo (quejigales y encinares).
Uno de los principales valores ornitológicos de este espacio es la potencialidad que presenta para la recuperación del águila-azor perdicera (Hieraaetus fasciatus), especie amenazada de extinción en el País Vasco, y en marcado declive en el conjunto de España. Se ha identificado una pareja que cría en esta zona, y otros cuatro territorios antiguamente ocupados.
Otro de sus valores es que el espacio representa una de las zonas de presencia más regular del quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) en Araba. Se cree que esta zona puede ser de interés para una hipotética dispersión de la especie hacia la Cordillera Cantábrica o el Sistema Ibérico, e incluso que pudiera ser recolonizada a medio plazo.